lunes, 30 de diciembre de 2013

Génesis qué

「Elección de Noé: ¿qué hubieras llevado en la barca?」
A.P.


Cuando uno se propone contar algo acerca de un acontecimiento que ha vivido, o del que se ha enterado, evidencia una perversa focalización de la narración desde quien se proponga relatar lo sucedido. Este es un detalle que ha sometido diferentes cuestionamientos y revisiones a la historiografía y a la Historia en general. Es decir, que no podemos entender la Historia como un relato objetivo y  único del devenir humano, puesto que siempre está atravesado por la perspectiva de quien relata. Así vemos que el descubrimiento de América y la Conquista, a lo largo de los siglos ha sido narrada desde la visión de los vencedores; o bien, la construcción de una conciencia nacional en nuestro país, ha estado impregnada de las ideas de un grupo gobernante, con todos los ingredientes y condimentos necesarios para gestar héroes nacionales, figuras históricas, opinión pública, y la Historia Nacional misma. Una reconocida crítica literaria norteamericana, y no menos historiadores, sugieren diferenciar lo que se denomina acontecimiento de aquello que se llama hecho. El primero se refiere a lo que en verdad ocurre, a lo que acontece propiamente en la realidad, lo que no permanece, aquello que ocurre a cada instante en el tiempo y el espacio. El hecho, por su parte, supone una reconstrucción parcializada de lo que una vez aconteció, lo que implica una visión, una forma de contar el mundo (y la Historia) desde un lugar empírico en particular.
Pero esto es ahondar demasiado en un asunto que, si bien tiene mucho que ver con el propósito de este escrito, nos aleja del interés inicial de contar esta historia. Empecemos por ubicarnos en los tiempos en que el mundo parecía extenderse hasta el infinito (infinito que limitaba al oeste con el Atlántico, y al este con la China), en los tiempos en que las divinidades tenían un trato constante con los mortales, y donde todo tipo de intercambio entre sí, era válido. Todavía ni siquiera perfilaba en los planes divinos ni en los más oscuros temores humanos la sola idea del abandono por parte de los dioses de Su Obra; faltarían siglos de tropezar con la misma piedra para comprender cabalmente esta situación.
Definido el tiempo, nos ubicamos en el espacio: aquí las precisiones también pasarían a segundo plano, puesto que el chorro potente del Tiempo junto a la Historia fueron deformando los límites políticos impuestos por los hombres a los distintos territorios.  En cualquier caso, nos encontramos en algún paraje un poco al norte de Canaán. Aquí tenía su residencia un hombre humilde, de buen corazón, hijo de Lamec, y nieto de Matusalén, que se hacía llamar Noé, y es así como lo nombraban en público. Construyó una casa que le permitiera vivir con sus tres hijos y su mujer. Por aquel entonces Sem, el mayor, se encargaba de algunos trabajos en el campo, ayudando a su padre; Cam, prefería el pastoreo antes que la agricultura, porque no tenía que agacharse tanto, y le  permitía largas horas de contemplación insulsa. Jafet, el menor, que ya contaba entonces con 98 añitos, se encontraba jugando en la puerta del domicilio con unos artefactos y figuras antropomórficas de su propia invención, que de no haber sucedido lo que sobrevino, posiblemente los hubiera erigido como divinidades personales o algo parecido, ya se sabe de la tendencia pagana a erigir dioses sin mayores controles. La mañana pasaba sin demasiados sobresaltos, Jafet escuchaba los gritos de los mercaderes, las mujeres que se alejaban a repasar la vida y obra del prójimo con la excusa de buscar agua, y el paso monocorde de algunos animales de carga (¿camellos? ¿dromedarios?). Cerca del mediodía, se apersonó ante la puerta de la casa de Noé un emisario del Cielo. Nada hubiera permitido diferenciar este agente, de cualquier otro más mundano usurero, si no fuera por el detalle de las alas plegadas en su espalda, y que orgullosamente sobresalían de su túnica marrón celestial. Por lo demás, se conservaban las similitudes con cualquier funcionario romano que viniese a notificar asuntos estatales. Se aproximó a Jafet, y le dijo en neutral tono celeste: “¿Se encuentra el señor o la señora?” Jafet no contestaba, se paró lentamente, recorriendo cada centímetro del ángel, y reparando en el papiro plegado que cargaba en sus manos. Sin esquivar la mirada, Jafet se fue alejando en dirección al interior de su casa, marcha atrás, como quien se aleja de un perro que está a punto de atacar. Al cabo de tres larguísimos minutos de espera, y del crudísimo  sol del Medio Oriente, que hacía temblar la fe del pobre emisario angelical, salió la señora de Noé y recibió la nota.
Cuando regresó Noé, su sorpresa no fue menor ante la noticia de la visita de un ángel y de la entrega de una nota dirigida a su nombre. Se limpió las manos llenas de tierra seca, y lleno de un orgullo casi palpable, leyó:
 

  Canaán, 13 de septiembre de -5545
Por circunstancias que así lo requiere Nuestro Señor Dios, se le solicita al señor Noé, vecino de la región de Canaán, apersonarse ante Su Señor dentro de las próximas 72 hs. hábiles para ser debidamente informado de los motivos que atañen a esta notificación.
Sin otro motivo particular,
Arcángel Miguel
1er Arcángel Mayor
3ª Orden, 9º Coro
El Cielo

El orgullo inicial con el que comenzó a leer la nota, se desvaneció en temblores de nerviosismo. Noé se encontraba confundido. Dios le mandó un llamado a una entrevista con Él Mismo. Y los motivos no saltaban a la vista, ¿qué podía haber hecho mal?
Setenta horas pasaron hasta que Noé  resolvió que la nota no especificaba el lugar donde debía apersonarse; pensó ridículamente que debía matarse para poder acceder a su Sagrada Presencia, pero un parchazo preciso de su mujer le hizo volver al sentido común, y a admitir que el suicidio implicaría una contrariedad en sí misma. No sería al Cielo adonde iría finalmente. En un agitado ambiente familiar, el tiempo se iba acabando y Noé debía hacer saber a Los Cielos que tenía la mejor de las intenciones de confirmar su presencia pero que carecía de los medios para hacerse presente allí. Donde fuera. Con el temor a ser castigado por su silencio, sin otra alternativa, tomó la nota, y en el reverso escribió:

Mi Veneradísimo Señor Dios Yahvé:

Su Llamado me honra en todo mi cuerpo y alma, y estoy dispuesto a acercarme Su Presencia, pero tengo el insalvable impedimento de que desconozco Su Ubicación. El plazo se vence, y no quería dejar que supiera que estoy a Su Disposición.

Noé

Encendió una pira en el fondo, y sacrificando el mejor cordero y las frutas más jugosas de su cosecha, tiró la nota al fuego, rogando en lo más hondo de su alma que el mensaje llegara a tiempo...
La respuesta llegó al siguiente día por la tarde.

Canaán, 16 de septiembre de -5545

Habiendo recibido satisfactoriamente su respuesta se le informa que ha sido usted seleccionado para llevar a cabo una tarea encomendada por Nuestra Divinidad Suprema. Los motivos descritos a continuación fundamentan las acciones posteriores encargadas a su persona. El registro de Corrupción y Maldad Del Hombre En La Tierra, a cargo del 3er Coro, 1er Orden, indica un excesivo abuso de actividades lascivas y otros vicios perniciosos en la población humana, por lo que El Señor resolvió por Decreto Celestial N° 268/4:
*        Eliminar de la superficie del suelo a los hombres que He Creado-y junto con ellos, a las bestias, los reptiles y los pájaros del cielo- porque Me arrepientO de haberlos hecho.
*        Acabar con todos los mortales, porque la Tierra se ha llenado de violencia a causa de ellos.
*        Enviar a la Tierra las aguas del Diluvio.
Por consiguiente, se ha seleccionado del Padrón Celestial a su persona, por ser el más apto en virtudes y en agrado a los Ojos Infinitos. Para evitar la perdición de su raza, El Señor, designa que Ud. deberá realizar en el plazo de siete días hábiles, contando desde el momento de  emisión de esta carta:
*        Un arca de madera resinosa, dividida en compartimientos, y cubierta con betún por dentro y por fuera.
*        Medidas: 150x30x15mts.
*        Con tres pisos y un tragaluz, y una sola puerta en alguno de sus lados.
*        Entrar en el arca Usted, su mujer, sus hijos y las mujeres de sus hijos.
*        Entrar en el arca una pareja de cada uno de los seres vivientes (un macho y una hembra).
*        Entrar en el arca víveres diversos para su familia y las bestias.

En virtud de su acuerdo previo, rogamos el cumplimiento de lo pactado antes de la fecha estipulada, para evitar así su extinción definitiva.

Arcángel Miguel
1er Arcángel Mayor
3ª Orden, 9º Coro
El Cielo



El desconcierto superaba al asombro de tamaña tarea encargada por Los Cielos. Salvar a la humanidad, nada menos. Noé miraba primero a su mujer, luego a sus hijos que le devolvían miradas inseguras y llenas de dudas. Después miraba por la abertura de la ventana hacia la calle. Nada le brindaba una respuesta fehaciente de cómo proseguir con el Divino Encargo. Salió un momento a caminar, para reordenar su mente, y observaba mientras tanto, la pretendida perversión que el Señor había decidido erradicar junto a los humanos: un grupo de obreros construyendo dos edificaciones, las mujeres en sus labores vespertinas, niños de todos los tamaños corriendo, gritando, llorando, molestando, todo lo que hacen los niños en definitiva, y todo lo que hacen los hombres en definitiva. El paseo logró tranquilizar a Noé, pero no logró explicar los Sagrados Motivos que llevaron a Esa Determinación tan drástica. Pero, a pesar de todo, intentó llevar a cabo el Plan.
A los tres días, las cosas se complicaron en extremo, principalmente porque las exigencias establecidas por el Decreto, parecían un chiste, digno de Su Altísimo Sentido Del Humor. Y mientras más avanzaba la empresa –ahora sí, con ayuda de muchos de los impíos próximos a ser ajusticiados-, más Noé se daba cuenta de la imposibilidad de cumplir efectivamente con todo lo decretado.
Así que al cuarto día, oprimido por el tiempo, Noé decidió enviar una nueva nota a Los Cielos. Redactó varios borradores, hasta que se decidió por la que le parecía la menos impertinente de todas:

Al Señor Dios, Todopoderoso:

Con todo el honor que la empresa que me encomendó Su Infinita Sabiduría y Piedad me confiere, me permito preguntarLe si existe la posibilidad de flexibilizar los plazos establecidos para el Castigo Divino, o bien la posibilidad de crear más de un arca, para poder abarcar la totalidad de las especies, y para la comodidad tanto de las fieras como de mi familia, entendiendo que las dimensiones pactadas para el arca son harto menores para poder albergar la cantidad de seres a salvar de Su Infinita Ira.

Esperando humildemente Su Perfecta Respuesta y Solución,
Noé.

Al quinto día, en el horario de la tarde, llegó la respuesta. A diferencia de las otras notas enviadas desde Los Cielos, esta llegó en un brevísimo papiro recortado por angélicas manos, y en manos de un mismísimo ángel malhumorado que no atendió a las preguntas de Noé y sus allegados. La respuesta era clara: NO.
Por lo que la obra se logró terminar en el tiempo preciso. Al sexto día gruesas nubes amenazaban desde el horizonte, y dejaban entrever la Firma Divina de la próxima aniquilación. Los ayudantes de Noé, que juntaron las maderas, que congregaron a todos los animales que pudieron, que juntaron todas las porquerías que podían ayudar en la misión, contemplaron sin entender demasiado cuando empezaron a caer las primeras gotas, por qué Noé subía con su familia, y cerraba la puerta con una expresión de eterna resignación. No era un viaje lo que programaba, tal como les había comunicado.
Noé en su fuero interno se debatía su destino: haberles mentido a sus amistades y vecinos para lograr El Capricho De Los Cielos, necesariamente debía implicar un severo castigo, al mismo tiempo que un severo reconocimiento por el logro de la misión. También observaba, entre el olor a bosta, y los ruidos de esta incoherente selva encerrada en el arca, que de hecho, le faltaban numerosas especies que iban a ser ajusticiadas sin necesidad. Más en su contra.
Pero los cuarenta días de Diluvio iban pasando sin señal alguna de aprobación o rechazo de La Divinidad. En una de esas, se habría desatado el escándalo al percibir los nueve coros que Dios, en Su Infinito Descuido, olvidó castigar medio hemisferio de la Tierra. Olvidó que incluso aquellos otros, en otros puntos del orbe no tenían ni la más remota certeza de Su Misericordiosa Existencia.
O bien, Su Inexplicable Indiferencia se debió a la llegada a Los Cielos de una Demanda por Plagio, firmada por Zeus, Príncipe de Los Dioses, adjunta a la demanda a un tal Deucalión, hijo de Prometeo, por desacato. Conmoción celestial.
Lo que sí podemos asegurar, es que Noé al desembarcar en el Monte Ararat,  escupió la tierra, y se cuidó de no hacer lo mismo con el Cielo. Puteó, eso sí. ¿Se escuchó en los Cielos? No sabremos.