「Elección de Noé: ¿qué hubieras llevado en la barca?」
A.P.
A.P.
Cuando uno se propone contar algo acerca de un
acontecimiento que ha vivido, o del que se ha enterado, evidencia una perversa
focalización de la narración desde quien se proponga relatar lo sucedido. Este
es un detalle que ha sometido diferentes cuestionamientos y revisiones a la
historiografía y a la Historia en general. Es decir, que no podemos entender la
Historia como un relato objetivo y único
del devenir humano, puesto que siempre está atravesado por la perspectiva de
quien relata. Así vemos que el descubrimiento de América y la Conquista, a lo
largo de los siglos ha sido narrada desde la visión de los vencedores; o bien,
la construcción de una conciencia nacional en nuestro país, ha estado
impregnada de las ideas de un grupo gobernante, con todos los ingredientes y
condimentos necesarios para gestar héroes nacionales, figuras históricas,
opinión pública, y la Historia Nacional misma. Una reconocida crítica literaria
norteamericana, y no menos historiadores, sugieren diferenciar lo que se
denomina acontecimiento de aquello
que se llama hecho. El primero se
refiere a lo que en verdad ocurre, a lo que acontece propiamente en la realidad,
lo que no permanece, aquello que ocurre a cada instante en el tiempo y el espacio.
El hecho, por su parte, supone una
reconstrucción parcializada de lo que una vez aconteció, lo que implica una
visión, una forma de contar el mundo (y la Historia) desde un lugar empírico en
particular.
Pero esto es ahondar demasiado en un asunto que, si bien
tiene mucho que ver con el propósito de este escrito, nos aleja del interés
inicial de contar esta historia. Empecemos
por ubicarnos en los tiempos en que el mundo parecía extenderse hasta el
infinito (infinito que limitaba al oeste con el Atlántico, y al este con la
China), en los tiempos en que las divinidades tenían un trato constante con los
mortales, y donde todo tipo de intercambio entre sí, era válido. Todavía ni
siquiera perfilaba en los planes divinos ni en los más oscuros temores humanos
la sola idea del abandono por parte de los dioses de Su Obra; faltarían siglos
de tropezar con la misma piedra para comprender cabalmente esta situación.
Definido el tiempo, nos ubicamos en el espacio: aquí las
precisiones también pasarían a segundo plano, puesto que el chorro potente del
Tiempo junto a la Historia fueron deformando los límites políticos impuestos
por los hombres a los distintos territorios. En cualquier caso, nos encontramos en algún
paraje un poco al norte de Canaán. Aquí tenía su residencia un hombre humilde,
de buen corazón, hijo de Lamec, y nieto de Matusalén, que se hacía llamar Noé,
y es así como lo nombraban en público. Construyó una casa que le permitiera
vivir con sus tres hijos y su mujer. Por aquel entonces Sem, el mayor, se
encargaba de algunos trabajos en el campo, ayudando a su padre; Cam, prefería
el pastoreo antes que la agricultura, porque no tenía que agacharse tanto, y
le permitía largas horas de
contemplación insulsa. Jafet, el menor, que ya contaba entonces con 98 añitos,
se encontraba jugando en la puerta del domicilio con unos artefactos y figuras
antropomórficas de su propia invención, que de no haber sucedido lo que
sobrevino, posiblemente los hubiera erigido como divinidades personales o algo
parecido, ya se sabe de la tendencia pagana a erigir dioses sin mayores
controles. La mañana pasaba sin demasiados sobresaltos, Jafet escuchaba los
gritos de los mercaderes, las mujeres que se alejaban a repasar la vida y obra
del prójimo con la excusa de buscar agua, y el paso monocorde de algunos
animales de carga (¿camellos? ¿dromedarios?). Cerca del mediodía, se apersonó
ante la puerta de la casa de Noé un emisario del Cielo. Nada hubiera permitido
diferenciar este agente, de cualquier otro más mundano usurero, si no fuera por
el detalle de las alas plegadas en su espalda, y que orgullosamente sobresalían
de su túnica marrón celestial. Por lo demás, se conservaban las similitudes con
cualquier funcionario romano que viniese a notificar asuntos estatales. Se
aproximó a Jafet, y le dijo en neutral tono celeste: “¿Se encuentra el señor o
la señora?” Jafet no contestaba, se paró lentamente, recorriendo cada
centímetro del ángel, y reparando en el papiro plegado que cargaba en sus
manos. Sin esquivar la mirada, Jafet se fue alejando en dirección al interior
de su casa, marcha atrás, como quien se aleja de un perro que está a punto de
atacar. Al cabo de tres larguísimos minutos de espera, y del crudísimo sol del Medio Oriente, que hacía temblar la
fe del pobre emisario angelical, salió la señora de Noé y recibió la nota.
Cuando regresó Noé,
su sorpresa no fue menor ante la noticia de la visita de un ángel y de la
entrega de una nota dirigida a su nombre. Se limpió las manos llenas de tierra
seca, y lleno de un orgullo casi palpable, leyó:
Canaán, 13 de septiembre de -5545
Por circunstancias que así lo requiere Nuestro Señor
Dios, se le solicita al señor Noé, vecino de la región de Canaán, apersonarse
ante Su Señor dentro de las próximas 72 hs. hábiles para ser debidamente
informado de los motivos que atañen a esta notificación.
Sin
otro motivo particular,
Arcángel Miguel
1er Arcángel Mayor
3ª Orden, 9º Coro
El Cielo
El orgullo inicial con el que comenzó a leer la nota, se
desvaneció en temblores de nerviosismo. Noé se encontraba confundido. Dios le
mandó un llamado a una entrevista con Él Mismo. Y los motivos no saltaban a la
vista, ¿qué podía haber hecho mal?
Setenta horas pasaron hasta que Noé resolvió que la nota no especificaba el lugar
donde debía apersonarse; pensó ridículamente que debía matarse para poder
acceder a su Sagrada Presencia, pero un parchazo preciso de su mujer le hizo
volver al sentido común, y a admitir que el suicidio implicaría una
contrariedad en sí misma. No sería al Cielo adonde iría finalmente. En un
agitado ambiente familiar, el tiempo se iba acabando y Noé debía hacer saber a
Los Cielos que tenía la mejor de las intenciones de confirmar su presencia pero
que carecía de los medios para hacerse presente allí. Donde fuera. Con el temor
a ser castigado por su silencio, sin otra alternativa, tomó la nota, y en el
reverso escribió:
Mi Veneradísimo Señor
Dios Yahvé:
Su Llamado me honra
en todo mi cuerpo y alma, y estoy dispuesto a acercarme Su Presencia, pero
tengo el insalvable impedimento de que desconozco Su Ubicación. El plazo se
vence, y no quería dejar que supiera que estoy a Su Disposición.
Noé
Encendió una pira en el fondo, y sacrificando el mejor
cordero y las frutas más jugosas de su cosecha, tiró la nota al fuego, rogando
en lo más hondo de su alma que el mensaje llegara a tiempo...
La respuesta llegó al siguiente día por la tarde.
Canaán, 16 de septiembre de -5545
Habiendo recibido
satisfactoriamente su respuesta se le informa que ha sido usted seleccionado
para llevar a cabo una tarea encomendada por Nuestra Divinidad Suprema. Los
motivos descritos a continuación fundamentan las acciones posteriores
encargadas a su persona. El registro de Corrupción y Maldad Del Hombre En La
Tierra, a cargo del 3er Coro, 1er Orden, indica un excesivo abuso de
actividades lascivas y otros vicios perniciosos en la población humana, por lo
que El Señor resolvió por Decreto Celestial N° 268/4:
*
Eliminar de la superficie del suelo a los hombres que He
Creado-y junto con ellos, a las bestias, los reptiles y los pájaros del cielo-
porque Me arrepientO de haberlos hecho.
*
Acabar con todos los mortales, porque la Tierra se ha
llenado de violencia a causa de ellos.
*
Enviar a la Tierra las aguas del Diluvio.
Por consiguiente, se
ha seleccionado del Padrón Celestial a su persona, por ser el más apto en
virtudes y en agrado a los Ojos Infinitos. Para evitar la perdición de su raza,
El Señor, designa que Ud. deberá realizar en el plazo de siete días hábiles,
contando desde el momento de emisión de esta carta:
*
Un arca de madera resinosa, dividida en compartimientos,
y cubierta con betún por dentro y por fuera.
*
Medidas: 150x30x15mts.
*
Con tres pisos y un tragaluz, y una sola puerta en alguno
de sus lados.
*
Entrar en el arca Usted, su mujer, sus hijos y las
mujeres de sus hijos.
*
Entrar en el arca una pareja de cada uno de los seres
vivientes (un macho y una hembra).
*
Entrar en el arca víveres diversos para su familia y las
bestias.
En virtud de su
acuerdo previo, rogamos el cumplimiento de lo pactado antes de la fecha
estipulada, para evitar así su extinción definitiva.
Arcángel Miguel
1er Arcángel Mayor
3ª Orden, 9º Coro
El Cielo
El desconcierto superaba al asombro de tamaña tarea
encargada por Los Cielos. Salvar a la humanidad, nada menos. Noé miraba primero
a su mujer, luego a sus hijos que le devolvían miradas inseguras y llenas de
dudas. Después miraba por la abertura de la ventana hacia la calle. Nada le
brindaba una respuesta fehaciente de cómo proseguir con el Divino Encargo.
Salió un momento a caminar, para reordenar su mente, y observaba mientras tanto, la pretendida perversión que el Señor había decidido erradicar junto a los humanos:
un grupo de obreros construyendo dos edificaciones, las mujeres en sus labores
vespertinas, niños de todos los tamaños corriendo, gritando, llorando,
molestando, todo lo que hacen los niños en definitiva, y todo lo que hacen los
hombres en definitiva. El paseo logró tranquilizar a Noé, pero no logró
explicar los Sagrados Motivos que llevaron a Esa Determinación tan drástica.
Pero, a pesar de todo, intentó llevar a cabo el Plan.
A los tres días, las cosas se complicaron en extremo,
principalmente porque las exigencias establecidas por el Decreto, parecían un
chiste, digno de Su Altísimo Sentido Del Humor. Y mientras más avanzaba la
empresa –ahora sí, con ayuda de muchos de los impíos próximos a ser
ajusticiados-, más Noé se daba cuenta de la imposibilidad de cumplir
efectivamente con todo lo decretado.
Así que al cuarto día, oprimido por el tiempo, Noé
decidió enviar una nueva nota a Los Cielos. Redactó varios borradores, hasta
que se decidió por la que le parecía la menos impertinente de todas:
Al Señor Dios,
Todopoderoso:
Con todo el honor que
la empresa que me encomendó Su Infinita Sabiduría y Piedad me confiere, me
permito preguntarLe si existe la posibilidad de flexibilizar los plazos
establecidos para el Castigo Divino, o bien la posibilidad de crear más de un
arca, para poder abarcar la totalidad de las especies, y para la comodidad
tanto de las fieras como de mi familia, entendiendo que las dimensiones
pactadas para el arca son harto menores para poder albergar la cantidad de
seres a salvar de Su Infinita Ira.
Esperando humildemente Su Perfecta
Respuesta y Solución,
Noé.
Al quinto día, en el horario de la tarde, llegó la
respuesta. A diferencia de las otras notas enviadas desde Los Cielos, esta
llegó en un brevísimo papiro recortado por angélicas manos, y en manos de un
mismísimo ángel malhumorado que no atendió a las preguntas de Noé y sus
allegados. La respuesta era clara: NO.
Por lo que la obra se logró terminar en el tiempo
preciso. Al sexto día gruesas nubes amenazaban desde el horizonte, y dejaban
entrever la Firma Divina de la próxima aniquilación. Los ayudantes de Noé, que
juntaron las maderas, que congregaron a todos los animales que pudieron, que
juntaron todas las porquerías que podían ayudar en la misión, contemplaron sin
entender demasiado cuando empezaron a caer las primeras gotas, por qué Noé
subía con su familia, y cerraba la puerta con una expresión de eterna
resignación. No era un viaje lo que programaba, tal como les había comunicado.
Noé en su fuero interno se debatía su destino: haberles
mentido a sus amistades y vecinos para lograr El Capricho De Los Cielos,
necesariamente debía implicar un severo castigo, al mismo tiempo que un severo
reconocimiento por el logro de la misión. También observaba, entre el olor a
bosta, y los ruidos de esta incoherente selva encerrada en el arca, que de
hecho, le faltaban numerosas especies que iban a ser ajusticiadas sin
necesidad. Más en su contra.
Pero los cuarenta días de Diluvio iban pasando sin señal
alguna de aprobación o rechazo de La Divinidad. En una de esas, se habría
desatado el escándalo al percibir los nueve coros que Dios, en Su Infinito
Descuido, olvidó castigar medio hemisferio de la Tierra. Olvidó que incluso
aquellos otros, en otros puntos del orbe no tenían ni la más remota certeza de
Su Misericordiosa Existencia.
O bien, Su Inexplicable Indiferencia se debió a la
llegada a Los Cielos de una Demanda por Plagio, firmada por Zeus, Príncipe de
Los Dioses, adjunta a la demanda a un tal Deucalión, hijo de Prometeo, por
desacato. Conmoción celestial.
Lo que sí podemos asegurar, es que Noé al desembarcar en
el Monte Ararat, escupió la tierra, y se
cuidó de no hacer lo mismo con el Cielo. Puteó, eso sí. ¿Se escuchó en los
Cielos? No sabremos.